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El consumo desechable de la música: ¿qué pueden hacer los fans en este panorama?

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Este artículo, no trata de Spotify, Apple Music o YouTube, sino de ti y de mi, fans de la música, y las decisiones que tomamos como oyentes. Es asombroso pensar en la cantidad de cambios que nuestra relación con la música ha experimentado desde la digitalización de las canciones. Gracias a la enorme cantidad de música disponible de manera instantánea en nuestros dispositivos móviles por una tarifa mensual fija, ahora podemos ir por la vida con nuestra propia banda sonora.

A finales de los años 90, a pesar de que la industria musical invertía millones de dólares en el desarrollo de artistas, los consumidores teníamos la última palabra. Comprábamos discos a precios similares a los servicios de streaming actuales y dedicábamos tiempo a escuchar nuestras canciones favoritas una y otra vez, convirtiéndolas en un símbolo de nuestra personalidad.

El valor de la música y la piratería en Latinoamérica y Asia

El valor de la música en nuestras vidas y el capital de las grandes empresas impulsaron el consumo de formatos físicos a niveles masivos, pero la piratería creció en Latinoamérica y Asia, donde se vendían entre 8 y 30 copias piratas por cada copia legal. Esta situación era preocupante porque, aunque se promocionaba la música, el dinero no llegaba a las manos de los artistas ni de quienes habían trabajado en el producto artístico.

A finales de los años 90, la industria musical invertía millones de dólares en el desarrollo de artistas, pero los consumidores teníamos la última palabra. Gastábamos tanto en comprar un disco como en lo que cuesta un servicio de streaming mensual y dedicábamos tiempo a escuchar nuestras canciones favoritas una y otra vez, convirtiéndolas en un símbolo de nuestra personalidad. Sin embargo, la piratería creció en Latinoamérica y Asia, afectando a los ingresos de los artistas y de quienes habían trabajado en el producto artístico.

Napster: el comienzo de la transformación digital de la música

En los últimos años antes del milenio, Napster inició una transformación digital en el ecosistema musical al permitir a 80 millones de usuarios acceder libremente y clasificado a más música sin pagar. Apple intentó generar transacciones de compra y venta de música con el iPod y iTunes, pero la piratería continuó operando.

La industria no entendió que lo que había cambiado era la forma en que nos relacionábamos con nuestro entorno gracias a las redes sociales, lo que redefinió por completo la interacción con la música.

Las redes sociales y su impacto en la industria musical

En el 2013, los ingresos de la venta de discos iban en picada, mientras que los artistas independientes ganaban espacio de visibilidad gracias a que las redes democratizaban la promoción. Poco a poco se revelaron los primeros cambios profundos en nuestro comportamiento como consumidores, trasladando valor a la propiedad digital de la música.

La llegada de las plataformas de streaming como Spotify ha cambiado completamente la industria musical. Si bien esto ha ayudado a recuperar ingresos, muchos artistas se quejan de que el pago por reproducción no refleja el valor real de su música. Además, la gente ya no escucha música de la misma manera, y el tiempo dedicado a decidir qué escuchar es cada vez menor.

El riesgo de la homogeneización musical en la era del streaming

Es importante tomar medidas como fans y decidir conscientemente qué música escuchar. Si la música se usa y se tira en exceso, se corre el riesgo de desgastar nuestra capacidad de relacionarnos con otras opciones, y devastar a los nichos musicales. Las plataformas también tienen la responsabilidad de proteger su ecosistema. En lugar de gravitar únicamente hacia lo más escuchado, debemos tomar decisiones críticas y conscientes sobre lo que escuchamos para mantener la diversidad musical.

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