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Colaborar es más importante de lo que uno cree

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Recuerdo que en la adolescencia me gustaba leer los agradecimientos en los CDs para enterarme de bandas similares a los proyectos que a mí me gustaban. Lo interesante es que este tipo de vínculos también se encontraban en las grabaciones, pues no era raro que hubiera featurings que hacían que me interesara por quienes colaboraban.

Esto era mucho antes de que los algoritmos tuvieran recomendaciones de “artistas similares”, y me permitió descubrir a muchos grupos anglo durante los noventa. Sin embargo, en el contexto mexicano no ocurría lo mismo. Sí, se encontraban nombres de proyectos entre los agradecimientos, pero era raro escuchar colaboraciones (claro, muchas veces era por trabas de las disqueras, pero creo que el único que lo entendió durante mucho tiempo fue Rubén Albarrán).

Las colaboraciones en el contexto anglo se mantuvieron por años. Recordemos, por ejemplo, cómo la icónica “Lady Marmalade” vinculó las trayectorias y públicos de Christina Aguilera, Lil’ Kim, Mýa y Pink (así como Missy Elliot, quien apareció en el videoclip). A esas alturas era evidente que se trataba de una muy buena estrategia promocional. De repente, en el contexto latino fue Pitbull quien mejor lo capitalizó, al punto que se llegó a hacer bromas como “Me compré unos Doritos y venía una colaboración con Pitbull”. Es decir, te gustara o no te gustara su música, las colaboraciones lo posicionaron en diversos contextos que de otra manera no hubiera sido posible (o hubiera sido más trabajoso).

¿Para qué sirven las colaboraciones?

Hay dos grandes respuestas: para expandir tu proyecto llegando a otros públicos, y para reforzar imaginarios a tu alrededor mostrando con quiénes te vinculas y tienes afinidad. Sin embargo, este segundo punto puede ser una limitante. Por ejemplo, recuerdo que durante el tiempo que los integrantes de un grupo que estaba dando mucho de qué hablar en México vivieron bajo un mismo techo, pasaron por esa casa músicos que tiempo después se volvieron headliners de festivales. Sin duda pudieron haber surgido una muy interesantes colaboraciones, las cuales no ocurrieron porque el grupo en cuestión apeló a diferencias estéticas, en lugar de ver en ellas un potencial creativo.

En años recientes los artistas de reguetón han dejado ver el poder de las colaboraciones. Primero, al reconocerse y mencionarse entre ellos, como cuando Nicky Jam usó una playera con el rostro de J Balvin, o cuando se han invitado a colaborar. Sin embargo, también sirve para expandir públicos al posicionarse en otras latitudes y estilos musicales, como cuando Bad Bunny se presentó con Alesso en Tomorrowland o J Balvin colaboró con los japoneses m-flo. Este tipo de iniciativas benefician a ambos proyectos porque generan visibilidad para distintos públicos.

Mantenerse vigente

Hablemos del caso de Shakira. Su colaboración con Bizarrap sin duda fue relevante para ambos proyectos, pues para la colombiana esto significó insertarse en una tendencia con un artista emergente a nivel global, pero de rápido crecimiento, lo cual le hizo relevante para nuevas generaciones, mientras que para Bizarrap significó una forma de validación dentro de la industria global. Además, es evidente cómo varias artistas mujeres han aprovechado este tipo de dinámicas para compartir públicos y expandir su proyecto, como Lady Gaga con Beyoncé, Anitta con Becky G y, recientemente, Shakira y Karol G.

Algo similar ha pasado con Snoop Dog (el nuevo Pitbull), quien ha incursionado en los mercados latinos colaborando con Banda MS, Lupillo Rivera y Anitta. Por otra parte, creo que en la colaboración entre Romeo Santos y Justin Timberlake el más beneficiado fue el segundo, ya que le permitió generar ruido en un momento en el que su carrera mantenía un bajo perfil. Entonces, no importa la razón por la que se haga una colaboración. Lo que importa es que los vínculos creativos permiten expandir los horizontes de un proyecto (o ponerlo a prueba creativamente).

Colaborar incluso agiliza la creatividad, ya que permite sumar esfuerzos (y, por lo tanto, administrar los propios) al insertarse en los procesos creativos de alguien más. Los poperos, los traperos, los raperos y los reguetoneros lo han tenido claro a lo largo de los últimos años, pero es un hecho que en Latinoamérica ciertos fundamentalismos e idealizaciones han ocasionado que se apaguen muchos proyectos, o que no alcancen la proyección deseada por autolimitarse.

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